"Porque nuestra exhortación no procedió de error, ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos, no para agradar a los hombres, sino a Dios,que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia, Dios es testigo..........1a. de Tesalonicenses 2: 3-8.
Pablo tenía muy limpia su conciencia ante Dios, y por eso con mucha propiedad predicaba el evangelio. Su vida estaba aprobada por Dios, quien lo había seleccionado para este glorioso ministerio. La clave de su éxito radicaba en que el predicaba para agradar a Dios, y no a los hombres; y por lo tanto, se cuidaba de no pecar, ni hacer ninguna acción que dañara su ministerio, pues el sabía que Dios lo estaba viendo, y lo estaba evaluando. El amor que le tenía a la gente, hacía que el predicara el evangelio todos lados, en todas las ciudades, sin importar la fatiga, el cansancio, y el desgaste físico que esto le causara. El mismo dice que no hay engaño en su mensaje y en su obra; y que no se vio tentado a la avaricia, es decir, al deseo de las ganancias deshonestas.-
Los hermanos que predicamos hoy en día, debemos de tener esta misma actitud, este mismo coraje, este mismo amor y esta misma conciencia que tenia Pablo; para que el mensaje del evangelio no sufra la desconfianza de la gente. Hay demasiados predicadores en el mundo religioso, que dejan un mal mensaje de no vivir lo que se predica; de abusar de la membresía, de ser deshonestos en su vida sentimental, de aprovecharse de los bienes de la iglesia etc. Con cuanta razón Jesús dijo: no todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Mateo 7:21.
La iglesia de Cristo tiene que ser diferente como los hermanos del primer siglo; y los predicadores debemos de ser diferentes como los predicadores del primer siglo.......amén.
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