"No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo........Éxodo 20: 17.
En el antiguo testamento Dios le ordenó al pueblo de Israel, mediante el decálogo de los mandamientos expresados en las tablas; respetar los bienes ajenos, tanto de no tomarlos, como también de no desearlos; es decir, no codiciar los bienes de nuestro prójimo. Este mandamiento traería paz y estabilidad en la convivencia diaria del pueblo. Hoy en día es tan vigente este mandamiento como lo fue en la antiguedad, pues el resumen de la ley es el amor. Será por amor que nosotros nos alegraremos, de que nuestro prójimo tenga muchos y buenos bienes; que nos sintamos bien cuando prospere tanto en la material, como en lo espiritual. En la iglesia del Señor, lo que nos mueve a vivir en paz y armonía, es el ejemplo que nos dejó Nuestro señor Jesucristo, quién jamás deseó los bienes de este mundo. Satanás lo tentó mostrándole los reinos de este mundo y sus riquezas; pero no lo movió, ni tan solo un milímetro. El creyente, seguidor de Jesús, debe de ser igual a su Maestro, nosotros no debemos codiciar los bienes de nuestro prójimo, sea su esposa, sean sus bienes materiales, sea su dinero, sean sus logros académicos etc.
Los gobiernos humanos, hechos a imagen y semejanza de los hombres, codician las riqueza de los demás pueblos, trayendo sobre ellos guerras para quitarles sus pertenencias, su tierra, su petróleo, sus recursos naturales etc. El creyente no debe de participar en guerras para saquear pueblos, aún cuando se quieran justificar tales guerras, diciendo que lo hacen para liberar a los pueblos; porque va en contra de la voluntad de Dios. Si un pueblo tiene petróleo, es de ellos, y el deber del cristiano es no codiciarlo, ni participar en guerras para arrebatárselo....porque Dios a nosotros nos manda a vivir en paz con todos los hombres.... Romanos 12: 18.